La semana que acaba, fuera de la pandemia y nuestra anomia social, ha estado cargada de noticias y cierta tensión que han exacerbado algunos ánimos y replantea nuestra participación como ciudadanos que gozamos de poderes y libertades mal empleados. Uno de esos poderes es el voto, el cual, una vez emitido, es objeto de un olvido inconsciente por parte de la ciudadanía, haciendo caso omiso de nuestra responsabilidad electoral. Es gracias a nuestro voto emitido que se ha puesto personas idóneas o no en tal o cual puesto para el que fue electo. La anomia social que vivimos días, agravada por la pandemia, nos obliga como ciudadanos a exigir no solo consciencia y responsabilidad por parte nuestra, sino coherencia y compromiso ante las autoridades electas por nosotros. Hay muchos ciudadanos que ven sorprendidos el deterioro de las autoridades políticas de todo rango. Ese deterioro es el que nos afecta a todos y nos hace perder la fe en una forma de gobierno que, aunque llena de errores, es una opción que permite forjar una sociedad que tienda a lo ideal para el mayor número de ciudadanos. Y es esta situación, la que la sociedad civil debe de reclamar directamente a los políticos, asociados en partidos, a crear cuadros probos y aptos para poder asumir cargos públicos al servicio ciudadano. El mayor número de votantes asume con escepticismo el proceso electoral ante propuestas que dejan mucho por desear o colocar a candidatos cuyos intereses son por lo demás oscuros y con clara intención de actuar con dolo contra la ciudadanía. La misma naturaleza de los partidos surgidos más por intereses familiares o amicales debilitan toda la fe en la democracia formal al tener un cuadro de personas elegidas con pasado lamentable, con nula preparación, de apetitos económicos o ansias de poder. ¿Cuál es la razón de ser de un partido político? ¿Poseen claros objetivos, los cuales comparten todos los integrantes del mismo? Las elecciones que hemos vivido en los últimos procesos electorales nos muestran la falta de seriedad con la que se arman cuadros electorales al ver el fenómeno “trásfuga”.
Y el incidente protagonizado por el Diario Perú21 genera desconfianza en medios que son responsables no solo de difundir una noticia, sino fortalecer la sociedad en marcos democráticos. Tergiversar la información usando material de otros medios como suyo no solo es una falta ética, sino legal. Estas modalidades son penadas ante la ligereza de usar el material de cualquier índole como suyo. Ergo, ¿podemos creer la noticia emitida ante este vergonzoso incidente? ¿Cómo puedo dar por cierto el material alcanzado previamente como investigación en momentos que la sociedad precisa de datos veraces para poder tomar decisiones? Son daños que infligen a la verdad en momentos de incertidumbre. Lamentable.
GERARDO CAILLOMA